Salmo 46:1-3 Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza.
A medida que vamos pasando por las distintas etapas de la vida, la frase “estás en problemas” pesa de manera diferente.
Cuando somos niños, nos da miedo estar “en problemas” con nuestros padres o un maestro. Durante la adolescencia, meterse “en problemas” es una tentación constante. Luego, en nuestros treinta, cuarenta… estar “en problemas” puede significar dificultades financieras, crisis matrimoniales, depresión, más otra larga lista de experiencias no tan agradables en las que «el problema» es una realidad muy presente.
Lo que necesitamos, día a día y de manera desesperada, es un “pronto auxilio en las tribulaciones”. En hebreo el texto dice: un auxilio en tiempos difíciles se encuentra con gran facilidad.
En esos momentos difíciles, cuando parece que las paredes y puertas se cierran, necesitamos esa ayuda que se encuentra con gran facilidad. El Salmo dice que se encuentra en Dios, que es nuestro refugio y fortaleza.
Aquí está la clave, porque muchas veces Dios no es lo que estamos buscando. ¡Queremos una estrategia! una lista de tareas, una rutina de ejercicios, posturas de yoga, ejercicios de respiración… algo, cualquier cosa que podamos hacer para lidiar con nuestros problemas. Pero por muy útiles o inútiles que sean algunas de estas estrategias, el salmista dice: “Dios es nuestro refugio. Dios es nuestra fortaleza.”
Solo en Cristo, quién es el refugio de los afligidos y la fortaleza de los cansados, podemos decir: Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, aunque los montes sean echados en medio de los mares, aunque bramen las aguas y se turben los montes a causa de su bravura. No temeremos, porque Dios está a nuestro favor.
Porque Jesús es nuestra poderosa fortaleza, en lugar de «estar en problemas», nos mantenemos firmes y levantamos la cabeza porque somos los amados hijos de Dios.
Dios te bendiga,
Coronela Evangelina Costen de Fernandez