Quiero invitarte a que hagas una pausa… en medio de tantas necesidades, desafíos y urgencias, quiero invitarte a recordar una verdad poderosa: servir a Dios es un privilegio que transforma vidas, comenzando por la nuestra.
El servicio cristiano no es un deber frío ni una actividad más en nuestra agenda. Es un acto de amor, una entrega consciente, una forma de decirle a Dios: «Aquí estoy, Señor. Úsame para tu gloria. Haz de mi vida una ofrenda para los demás.»
Así lo entendieron William y Catherine Booth, fundadores del Ejército de Salvación. Su pasión por servir brotaba de un corazón que ardía por Dios y por las almas.
William Booth decía:
«Mientras existan mujeres llorando, yo lucharé; mientras haya niños con hambre, yo lucharé; mientras quede un alma en tinieblas, yo lucharé» (Discurso “I’ll Fight” – William Booth)
Ese es el espíritu del Servicio Salvacionista (SS como las de nuestro uniforme): ir, amar, actuar, luchar por la justicia, consolar al que sufre, levantar al caído, abrazar al olvidado.
Cada vez que dedicas tiempo, energía, compasión o talento para bendecir a otra persona, estás sirviendo a Cristo mismo.
Jesús lo dijo con claridad:
«En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.» Mateo 25:40.
Servir no nos hace más importantes; nos hace más parecidos a Jesús. Él mismo se ciñó una toalla, lavó los pies de sus discípulos y nos dejó un mandato vivo: «Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.» Juan 13:15.
Y es que el servicio transforma no solo al que lo recibe, sino al que lo ofrece. Nos vuelve más humildes, más sensibles, más humanos, más santos.
Catherine Booth lo expresó con fuerza:
«Si amamos a Jesús como decimos, debemos amar lo que Él ama y hacer lo que Él haría.» (Catherine Booth: A Sketch / Sermones y cartas recopiladas)
En este tiempo necesitamos testigos valientes del amor de Dios en acción. Se necesitan creyentes con un corazón encendido, dispuestos a amar hasta que duela, a servir aunque nadie lo vea, a ser la voz, las manos y los pies de Cristo en las calles, hogares, iglesias y comunidades.
Por eso, te desafío a hacer esta oración: «Señor, ¿a quién quieres que ame hoy? ¿Dónde necesitas que sirva? Haz de mi vida una herramienta para tu Reino.»
No importa si tu servicio es visible o invisible, grande o pequeño. Lo que cuenta es hacerlo con amor, como parte de tu adoración a Dios.
«Servid al Señor con alegría; venid ante su presencia con cántico.» Salmo 100:2.
Sirvamos con pasión, sirvamos con entrega, sirvamos con propósito. Porque cuando tú sirves con el corazón, dejas una marca que el mundo no puede borrar… una marca del Reino de Dios.
Dios te bendiga,
Coronela Evangelina Costen de Fernandez
Hago esta oración con fe creyendo que al servir agrado a mi padre quien nos dejó a Jesús para seguir sus pisadas al servir a la humanidad sufriente, Por eso, me uno a esta oración «Señor, ¿a quién quieres que ame hoy? ¿Dónde necesitas que sirva? Haz de mi vida una herramienta para tu Reino.»
Muchas gracias por realizar artículos que me animan a amar a Dios a través del servicio.