“De una Madre a Otra”
“Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme al Señor, esa será alabada.” Proverbios 31:30
Querida Mamá, querida amiga,
Hoy quiero hablarte de algo que no pasa de moda, algo que no se arruga con los años ni se borra con el tiempo: la verdadera belleza.
Vivimos en un mundo que nos bombardea con imágenes, filtros y productos que prometen la juventud eterna. Nos dicen que debemos lucir perfectas para sentirnos valiosas. Y claro, nos gusta vernos bien, porque eso nos anima y hasta nos da seguridad. Pero hoy quiero recordarte que hay una belleza que no se compra, que no requiere bisturí ni maquillaje: la belleza de un corazón que teme a Dios.
Belleza que nace del interior
El problema no está en querer estar lindas; el problema es cuando invertimos más en cuidar lo externo que en cultivar lo interno. Puedes tener el rostro más radiante y, sin embargo, sentirte vacía por dentro. Pero cuando el alma está llena de amor, gracia y fe, esa luz se nota aunque lleves el cabello recogido y sin maquillaje.
1 Pedro 3:3-4 lo dice así: “Que la belleza de ustedes no sea la externa, adornándose con peinados ostentosos, joyas de oro o vestidos lujosos, sino la interna, la del corazón, con un espíritu tierno y sereno, lo cual es de gran valor delante de Dios.”
Un “retoque” en el quirófano divino
Hoy, en este Día de las Madres, te invito a pasar por las manos del mejor Cirujano del mundo: Jesús. Él no usa bisturí, pero transforma nuestra vida desde lo profundo.
- Ojos: para ver lo bueno en los demás antes que sus defectos.
- Párpados: para mantenerlos abiertos a la necesidad de otros, especialmente de nuestra familia.
- Labios: para hablar palabras que edifiquen y den vida.
- Oídos: para escuchar con paciencia y no apresurarnos a juzgar.
Lo mejor es que este “tratamiento” no cuesta nada… solo requiere tiempo con Él, leyendo su Palabra, orando y dejando que su Espíritu Santo moldee nuestro carácter.
Madres que inspiran por su fe
Ser madre no es fácil. Hay días en los que nos sentimos cansadas, otras veces invisibles, y algunas hasta dudamos si estamos haciendo bien nuestro papel. Pero aquí está la promesa: Dios ve tu esfuerzo, escucha tus oraciones y honra tu amor.
La mujer que teme al Señor no es perfecta, pero confía en que la gracia de Dios es suficiente. Esa es la belleza que deja huella en los hijos, en la familia y en todos los que la rodean. Debemos ser madres que oran por sus hijos.
Recuerda:
La belleza física puede desvanecerse, pero la belleza que proviene de un corazón que ama y teme a Dios se vuelve más radiante con los años. Hoy, más que una felicitación, quiero darte un recordatorio: tú eres hermosa a los ojos de Dios. Y esa es la opinión que realmente importa.
Oración:
Señor, gracias por la vida de cada madre. Ayúdanos a cultivar la belleza interior que te agrada, a reflejar tu amor en cada palabra y acción, y a vivir confiando en que tu gracia es suficiente para nosotras. Amén.
Dios te bendiga,
Coronela Evangelina Costen de Fernandez