Las marcas de nuestras huellas

Job 22:28 Determinarás asimismo una cosa, y te será firme, y sobre tus caminos resplandecerá luz.

Seguramente, algo o alguien ha marcado nuestra vida de una forma especial. Así como nosotros también dejamos huellas en quienes nos rodean, cada experiencia y encuentro tiene el poder de dejar rastros que impactan nuestra historia o la de otras personas.

Las marcas de la vida son como las huellas en la arena: testigos visibles de lo que hemos vivido. ¿Qué o quién ha influido en mi vida para llegar hasta aquí? ¿Qué decisiones me llevaron a avanzar o a quedarme paralizado? ¿Quién me ayudó a creer en Aquel que nos amó primero? Estas preguntas no solo nos ayudan a reflexionar, sino que también nos desafían a entender el rastro de nuestras huellas.

El diccionario define «huella» como una señal que algo o alguien deja tras su paso.

Al pensar en huellas significativas en la historia, recordamos las pisadas del hombre en la luna, o los rastros de animales prehistóricos encontrados en las rocas.

En nuestras vidas, también encontramos diferentes tipos de huellas:

  1. Huellas únicas: nuestra identidad en Dios
    Científicamente, nuestra huella dactilar es única y exclusiva, un «sello divino» diseñado por Dios. En Job 37:7 (Biblia Paralela), leemos: «Él sella la mano de todo hombre para que todos conozcan su obra». Desde la antigüedad, Dios dejó registrado que nuestras huellas serían un símbolo de Su obra en nosotros, una señal de que somos únicos y amados por Él.
  2. Huellas emocionales: marcas del pasado
    A lo largo de nuestra vida, las experiencias dejan huellas emocionales que moldean quiénes somos. Algunas son dolorosas y necesitan sanidad: rechazo, abandono, humillación o traición. Aunque muchas de estas heridas son provocadas por otros, depende de nosotros decidir cómo las enfrentamos y qué lugar ocuparán en nuestra vida. En Cristo, tenemos la oportunidad de sanar y caminar en libertad.
  3. Huellas espirituales: nuestro legado
    Como cristianos, dejamos un impacto en quienes nos rodean, ya sea a través de nuestras palabras, decisiones o actitudes. Nuestro pasado no debe determinar nuestro futuro; en cambio, estamos llamados a dejar un legado que refleje el amor de Dios. Proverbios 11:25 (NTV) dice: «El generoso prosperará, y el que reanima a otros será reanimado». Tenemos que ser conscientes de lo que estamos dejando para las nuevas generaciones; dejemos huellas que inspiren, motiven y transformen vidas.

Dios, el gran Creador, nos hizo a Su imagen y dejó Su huella en nosotros: la capacidad de amar. Como en la iglesia primitiva, donde el amor entre los creyentes los distinguía, nuestras relaciones deben reflejar el mismo espíritu.

Hoy te invito a reflexionar: ¿Qué huella estás dejando en tu familia, en tu comunidad y en nuestro Ejército de Salvación?

Un abrazo de bendición,

Coronel Leonardo Fernandez

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