«Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos». Salmo 19:1
La gloria de Dios no es un concepto lejano ni abstracto: es la manifestación visible de Su santidad y de Su amor para con nosotros. Podemos leer en la Biblia, que es el tema de enfoque de este mes, que la gloria se asocia con la luz:
- En la creación, la primera frase de Dios fue: “Sea la luz” (Génesis 1:3), señalando que Su gloria disipa la oscuridad.
- En el desierto, el pueblo de Israel vio Su gloria como resplandor en la nube y en el fuego (Éxodo 24:16-17).
- Los profetas anunciaron: “Levántate, resplandece, porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti” (Isaías 60:1).
- En Cristo se revela de manera suprema: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas” (Juan 8:12).
- Y en la eternidad, Juan nos muestra que la Nueva Jerusalén no necesitará sol, porque “la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera” (Ap. 21:23).
La palabra de Dios nos enseña que la gloria de Dios y la luz van de la mano: donde Su gloria se manifiesta, la luz resplandece, la oscuridad huye y la vida florece.
Nosotros entendemos que esta luz de la gloria divina se relaciona con la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas, cuando recibimos la visita del Espíritu Dios deposita en nosotros Su gloria para que dejemos de vivir en tinieblas y podamos reflejar Su luz.
Imagina un vitral en una iglesia. Por sí solo, el vidrio puede ser opaco y sin mayor belleza. Pero cuando la luz del sol lo atraviesa, los colores cobran vida y se proyectan hacia todos los rincones.
Así somos nosotros. En nuestra fragilidad, no tenemos brillo propio. Pero cuando la gloria de Dios nos ilumina, somos transformados y reflejamos la hermosura de Cristo hacia quienes nos rodean.
El apóstol Pablo lo expresó claramente:
«Pero todos nosotros, a cara descubierta, mirando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor». 2 Corintios 3:18
La invitación de esta semana es a caminar en la luz de Su gloria. Que no quede espacio para la soberbia ni para la oscuridad del egoísmo, sino que cada palabra, cada decisión y cada acción reflejen la luz de Cristo en nosotros.
Un abrazo de Bendición,
Coronel Leonardo Fernández