Ser Agradecidos

Lucas 17:17-18 Al ver eso, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿No eran diez los que quedaron sanos? ¿Por qué sólo este extranjero volvió para dar gracias a Dios?» Traducción en lenguaje actual.

Te confieso que soy un tanto exigente con dar las “gracias”. Si detengo la puerta para un desconocido, o cedo el paso a mi carril al manejar, me parece bien recibir algún tipo de gesto de apreciación. Desafortunadamente, esto no siempre sucede.

Recientemente, me tomé la molestia por alguien, pero mi esfuerzo no fue reconocido, y me sentí poco valorada. Quería desahogarme con alguien al respecto, pero en su lugar, elevé una oración y me fui a buscar la Palabra de Dios.
Esto es lo que leí: Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino Uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna (Hebreos 4:15-16).

Inmediatamente mi corazón sintió paz. Si alguien sabe cómo se siente ser poco valorado, o entiende sobre no recibir las gracias, ese es Jesús.

Hay tantas ocasiones en las Escrituras en las que las personas querían algo de Jesús: una enseñanza, comida, sanidad. Algunas veces las personas recibían lo que necesitaban, algunas ofrecían alabanzas a Dios, es decir: eran agradecidas… ¡pero otras no!.

Hay una historia en particular en la que Jesús resaltó la falta de agradecimiento. En Lucas 17, mientras Jesús se dirigía a Jerusalén, diez hombres que tenían lepra clamaron a Él por sanidad. Jesús les dijo: “Vayan y preséntense a los sacerdotes”, y mientras se iban, quedaron limpios de su lepra. Por eso, lo que sucedió a continuación es tan sorprendente: ¡solo uno de ellos regresó para darle las gracias!.

Jesús preguntó: “«¿No sané a diez hombres? ¿Dónde están los otros nueve? ¿Ninguno volvió para darle gloria a Dios…?»” (Lucas 17:17-18, NTV).

Uno de diez… que conste que no eran niños que no sabían lo que hacían. Eran hombres adultos, cuyas vidas nunca volverían a ser las mismas ahora que Jesús los había sanado.

La gratitud debería ser parte de nuestras vidas diarias, y esa debería ser la condición de nuestros corazones. Así que, aquí hay algunos recordatorios para ti y para mí: 

  • Puede que nos sintamos poco valorados, pero recordemos que ¡Jesús también pasó por eso! 
  • Mostremos nuestro aprecio a otros. No conozco a nadie que no le guste ser reconocido por algo que hizo.
  • Acerquémonos a Dios con agradecimiento y alabanza. Él no necesita nuestras “gracias”, pero Él es digno de ellas.

Mi esperanza y oración es que seamos personas capaces de expresar gratitud.

Dios te bendiga,

Coronela Evangelina Costen de Fernandez

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